Cuando llegamos a esta fecha, se nos vienen a la mente, ya sea de manera fugaz o más pausada el recuento de los momentos que marcarán para siempre y a fuego el año que se va.
Lo que me gusta hacer es recordar los bellos momentos, llenarme de las emosiones que me dejaron e inundarme con ellas (como ejemplo: La alegría de haber aprobado mi examen de título al segundo intento). Para luego repasar lo malo y aceptarlo como parte de la vida (como ejemplo: La frustración y la rabia de haber reprobado el examen de título en en la primera ocasión).
La oportunidad que nos da el cambio de año es volver a proponernos metas, empeñarnos en concretar lo que no pudimos y soñar. Soñar con lo que nos motiva y hace que nos levantemos día a día a trabajar. A trabajar en el más amplio sentido de la palabra, cada quien lo hace persiguiendo un objetivo particular y personal. Lo mejor es la recompensa: ver la concreción de nuestros anhelos.
Leía hace poco que hace falta menos desear y más querer. Esto lo podemos implementar en cualquier ámbito.
El desear es solo eso, desear esto y aquello pero todo queda hasta ahí, como algo en nuestra mente.
El querer implica voluntad, el hecho de esforzarse para lograr algo.
A esto los invito (y me incluyo). A tratar de poner cada día un ladrillo más en la obra de la hermosa casa en la que QUEREMOS transformar nuestras vidas.
Siempre hay tiempo.


