martes, 7 de enero de 2014

Despertar Homo

Para ir adentrándonos y conociéndonos más, una historia de mi infancia.


Antes de mudarnos a nuestra casa definitiva, la que estaba en construcción, yo debía tener 9 años aproximadamente. Mi familia y yo tuvimos que pasar un tiempo en la casa de unos cuasi-familiares. Hubo que hacer la repartición de camas y a mis padres se les prestó la de debajo de una litera y a mi me pusieron a dormir en la de arriba con uno de mis cuasi-primos, Eliazar, un niño que en ese entonces tenía 14 años.

 Para mí, esto no significaba ningún problema, la idea era dormir. Pero cuando estábamos todos acostados, él me dijo que nos pusiéramos en cucharita para dormir mejor y más calentitos. Me abrazó por la espalda y se me puso bien pegado. Hasta ahí todo bien, pero al rato comenzó a hacer movimientos con su pelvis, a tocarme las nalgas y a jugar con uno de sus dedos en mi ano. Mi incomodidad y extrañeza por lo que pasaba me dejaron inmóvil por unos minutos. Reaccioné tratando de quitármelo de encima pero el tenía mucha más fuerza que yo. Ahora ya no permitió que me volteara. Me bajó el calzoncillo y luego el suyo. Comencé a sentir su pene queriendo penetrarme pero traté de evitarlo como pude, me dolía, comencé a gemir y él trataba de taparme la boca con su mano. Mi papá preguntó si pasaba algo. Respondí que nada. Eliazar insistía. Yo estaba asustado y con ganas de gritar y llorar y opté por tirarme litera abajo. Al estar en la cama de arriba y yo tan pequeño, caí de rodillas, el golpe fue tan fuerte que casi exploto en llanto y a las preguntas de mis padres de porque me había bajado así respondí "quiero ir al baño" cuando en realidad lo único que quería era no volver a esa cama. No tuve opción, pero para mi suerte, Eliazar no siguió con sus planes.

No sé de que manera esta experiencia gatilló todo un cambio de mentalidad en la que desde ese entonces accedí a tener un romance ultra precoz con este primo. Comenzamos por besos, abrazos, caricias, toqueteos y movimientos de penetración sobre la ropa. En su patio, generalmente había tablas dispuestas como una especie de ruca que esperaban para ser utilizadas como leña. Al tener esa forma, quedaba un espacio interior que Eliazar y yo aprovechábamos para hacernos estos arrumacos. Ya no me producía rechazo el estar así con él, todo lo contrario, comencé a desear que fuera cada vez más seguido. Pero nunca permití que me penetrara, eso era algo prohibido. Hubo veces en que lo encontré masturbándose en nuestra ruca y a lo más yo lo ayudaba a terminar. A veces él trataba de convencerme de dejarme penetrar ofreciendo algún dulce o una fruta jajajaja. Nunca accedí.

Todo esto y nuestras frecuentes escapadas juntos, ocasionaron que su hermano (de 12 años) nos descubriera infraganti. Pidió, o mejor dicho, exigió, que para asegurar su silencio yo debía hacer las mismas cosas con él. Y así fue. A veces nos metíamos los tres a la ruca y no puedo negar que lo disfrutaba. Hasta hoy nadie sabe aun de estas cosas (excepto ustedes y yo) ni en su familia ni en la mía.

Cuando llegué a mi casa nueva todo se acabó con ellos. Nunca volví a ver a Eliazar ni a relacionarme con su hermano en la forma en que lo hicimos de niños. Aunque, por las cosas de la vida, me lo volví a topar. Me hubiera gustado poder estar con él sexualmente hablando ahora ya de adultos. Pero su vida es diferente. Casado y con hijos. No hubo posibilidad.

Aunque al rededor de mi nueva casa había muchos vecinitos de mi edad que gustaban  tanto o más que yo de hacer cositas entre hombres (de esto también hablaremos, dará para varias entradas).

XOxo

3 comentarios:

  1. Entiendo muy bien la situación, acepto que en mi niñez igual tuve acercamientos con un primo y a el lo sigo viendo y frecuentado, a diferencia que ya no pasa nada entre nosotros y el tiene su novia.
    Buena entrada

    ResponderEliminar
  2. :)

    Para nosotros estas cosas que pasaron en nuestra niñez nos marcaron o definieron para siempre. Para ellos fue algo que formó parte de su despertar sexual y nada más, tal vez ni recuerden lo que hacían de chicos.

    ResponderEliminar
  3. Todos en nuestra infancia hemos tenido experiencias parecidas, que está claro que nos dejan marcados.

    ResponderEliminar